He tardado estos días mucho en volver a escribir. He tardado tanto estos días que el simple acto de sostener la pluma entre mis dedos me hacia sufrir. He tardado tanto que la tinta en la que se impreganba la punta de mi pluma era mi propia sangre. Y esa sangre, esa sangre que era mía y que vertía y que llegaba a perforarme cada recoveco de mi cuerpo, no era más que simple sangre humana. No era más que simple sangre humana. Y es que eso somos cuando sólo pensamos en nuestros problemas.
Somos cuerpos iguales, repetitivos, aburridos, humanos absurdos. Pero si alcanzamos a ver más allá de nuestro propio egocentrísmo, lo descubrimos. Descubrimos la sociedad en toda su plenitud. Y es que es verdad que la sociedad corrompe, y es corrompida. Pero también somos quien somos por ella, y lo que es más importante. Seremos lo que queremos ser también por ella. Porque no somos individuales, sino que necesitamos de los demás. Lo de cuidar las cabras en el monte durante ocho años a mi no me sirve. Y no es porque no reclame un nuevo sistema de gobierno, un nuevo sistema económico, un nuevo modelo educativo, o un nuevo pensamiento occidental, ya que el nuestro está completamente deteriorado. ¿Pero tanto asco te da la sociedad, que no eres capaz de ver más allá de sus maldades?
Eres quien eres por ella. No tienes que dejar que te arrastre, pero tampoco debes dejar que te destruya.
VI Jornadas de Educación y Exclusión social.
Espero que completes pronto tus desvaríos, me gustan.
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